Con “El simulacro de los espejos” (Hugo Benjamín editor), historia enigmática, intrigante, de un lugar restringido donde se limita la supuesta libertad que dicen ofrecer, el narrador y guionista Vicente Battista, a los 85 años, conquistó el Premio Internacional Rómulo Gallegos. Dialogamos con él.
Periodista: ¿Su novela es una alegoría de la realidad actual?
Vicente Battista: “El simulacro de los espejos” se gestó en plena pandemia, cuando teníamos que estar encerrados entre cuatro paredes. Con mi mujer todo era comer algo, mirar un rato programas por televisión, leer y, en mí caso, ponerme a escribir. Ahí surgió la idea de un sitio cerrado que alguna gente elige para vivir. Así apareció ese lugar donde los que lo habitan no están ni por obligación ni por castigo, sino por todo lo contrario. Para poder entrar a El Lugar se debe pasar previamente por un examen rigurosísimo. Además, antes de ser admitido hay que aceptar todas las reglas. Algunas son mantener distancia con los otros, no expresar sentimientos, no tocarse, tratarse de usted. En ese mundo, que resulta feliz, por lo menos para quienes han sido los Elegidos y las Elegidas para pertenecer a El Lugar, se despliega la historia.
P.: ¿Ese “mundo feliz” evoca el de la famosa novela de Aldous Huxley?
V.B.: “El simulacro de los espejos” tiene tres obras referenciales. “Nosotros” del ruso Evguni Zaniatin, “Un mundo feliz” de Huxley y “!984” de George Orwell. Zaniatin, autor hoy un poco olvidado, escribió en 1920 la historia de una ciudadela totalmente mecanizada, donde los pobladores parecen felices. Zaniatin es un poco el padre de todos aquellos que luego escribieron ese tipo de distopías, sobre todo de Huxley y Orwell. Cuando leí esos libros se me ocurrieron ficciones que en ese momento nada tenían que ver con la realidad, y que hoy son parte de nuestra vida diaria, un mundo digital, aparatos manuales de múltiples servicios, inteligencia artificial, modificación de la vida humana desde el nacimiento, vigilancia constante, etcétera. Ese es El Lugar por donde deambulan los Escogidos y las Escogidas, aunque algunos deseos elementos deben dejarlos al entrar. Otros referentes de la novela son, obviamente, Kafka, Buzzati, Calvino.
P.: ¿El Lugar es un castillo, un hotel, un hospital o un enigma que expone las herramientas del poder, la supuesta libertad que en realidad es sometimiento?
V.B.: El Lugar es múltiple. Tiene cuartos para los Escogidos y para las Escogidas. Nadie puede entrar al cuarto de otro, está rigurosamente penado. No hay ventanas al Afuera. Hay diariamente desayuno, almuerzo, merienda y cena. Quien quiera comer va al comedor en el horario establecido, sino no come. Los televisores emiten telenovelas. Todo está decidido y manejado por la Administración que establece las rutinas y a la que ningún Escogido o Escogida puede entrar. La excepción es el Escogido Artemio, que es llamado y sale con una información o una orden.
P.: ¿Octavio Premisse, el protagonista, puede ingresar a El Lugar porque es un elegido?
V.B.: No hay elegidos. Los que están se postularon, querían estar, y tuvieron que superar un durísimo examen. Un montón fue rebotado y quedó afuera. Octavio por momentos se siente descolocado, no termina de aceptar todo. Esconde fotos de sus novias, con las que se pasea.
P.: En algunos casos es frenado por Artemio que le dice: serénese, ellos tienen derecho a todo, usted le dio ese derecho. ¿Cómo viven en ese Lugar limpio, ordenado, opresivo?
V.B.: Viven como autómatas sin sentimientos. Salvo en el caso de un hombre que cuenta cómo era el Afuera para él, de ninguno de los Escogidos y Escogidas se sabe nada. Ninguno siente curiosidad de cómo era la vida de El Escogido o La Escogida Afuera. Viven en la posverdad. Si un elegido dice: yo era músico sinfónico, el resto lo acepta por más que nunca haya compuesto una sola sinfonía. La aceptación es una de las reglas de la convivencia en El Lugar.
P.: Tienen pausas donde se reúnen a conversar en un salón que está dominado por un escritor.
V.B.: Requejo, dice que es escritor. En la biblioteca de El Lugar no hay ningún libro que haya escrito. Las tertulias se hacen alrededor de su sillón debatiendo las cosas más absurdas. Quise ponerme en ese mundo a través de un personaje muy secundario y poder estar ahí. Eso tiene que ver con la propuesta narrativa. Siguiendo las pautas de El Lugar el narrador no es omnisciente. No tiene idea de que piensan o sienten los personajes. Si se lo sabe, o se lo supone, es por sus acciones, por lo que dicen o hacen. Todo está sujeto a suposiciones. Salvo cuando las acciones marcan una intención, cuando aparece, por ejemplo, el amor.
P.: ¿Por qué eligió un título borgiano?
V.B.: Al principio se iba a llamar “Las puertas de la noche” como un homenaje al comienzo de “La perorata del apestado” de Gesualdo Bufalino, pero a mitad de la escritura releí el poema “La Recoleta” de Borges y al leer “el simulacro de los espejos” sentí que en ese verso estaba lo que intenté plantear en la novela.
P.: El Premio Internacional Rómulo Gallegos está dotado de 80.000 euros…
V.B.: … y un diploma, y una medalla de oro. Lo que me interesó es que la novela compitió con otras 474 en español provenientes del mundo entero. Que el premio lo han conquistado Vargas Llosa, García Márquez, Bolaño, Piglia, entre otros. Mi hija me recordó que hace cuarenta años gané con “Sucesos argentinos” el Premio Planeta que era de 40.000 pesos, que equivalía a 40.000 dólares, ahora treinta años después con “El simulacro de los espejos” ganó exactamente el doble. No creo que dentro de treinta años me presente a otro concurso con una nueva novela.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
V.B.: Un libro de cuentos del que tengo el título, que es algo importante porque se va a llamar “Lo que vendrá”, título que tomé de un tema de mi amigo Astor Piazzolla. Serán historias fantásticas, distópicas y alguna con algo de policial.