A los 82 años, murió el librero anticuario Alberto Casares, en cuyo local Borges se despidió de Buenos Aires en 1985

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Hoy, a las 82 años, murió en la ciudad de Buenos Aires el librero anticuario Alberto Casares, fundador de la emblemática librería homónima y primer presidente de la Asociación de Libreros Anticuarios de Argentina (Alada). Estaba internado en el Hospital Alemán. Había nacido en Montevideo el 21 de junio de 1943, aunque siempre se identificó como argentino. “Súper argentino”, remarcó a este diario uno de sus amigos más cercanos. En 2003, la librería que lleva su nombre fue declarada “de valor patrimonial de Buenos Aires” por la Secretaría de Cultura del gobierno porteño. Con su esposa, Marta, tuvo ocho hijos.

Casares decía que un librero anticuario debía tener cuatro cualidades: ser bibliófilo, tener algo de bibliotecario, algo de investigador y ser un buen comerciante (para sostener el proyecto en el tiempo). “El coleccionista [de libros] sabe que no es más que un poseedor transitorio de bienes que pertenecen a todos”, dijo a LA NACION. En su librería convivían libros antiguos y modernos.

Entre 1966 y 1975, se desempeñó como gerente editorial de Ediciones Carlos Lohlé y, de manera independiente, editó libros y plaquettes, entre las que se destaca la única edición facsimilar de Fervor de Buenos Aires, poemario de Jorge Luis Borges. Además, dirigió la colección Memoria Argentina, de Emecé Editores, en la que reeditó obras de literatura e historia argentina que estaban agotadas.

Librero de ley: Alberto Casares en la sede actual de la librería, en Suipacha 521Soledad Aznarez

La sede actual de Alberto Casares está en Suipacha 521 y continuará al cuidado de sus hijos, dignos herederos de la profesión. “Tanto en su profesión como en su vida siempre se guió por el cariño y la generosidad”, dice uno de ellos, Francisco Casares.

Fundada en 1975, la librería tuvo varias locaciones. Abrió sus puertas en un local de la galería Bond Street (avenida Santa Fe 1670), donde el joven librero empezó a descubrir el fabuloso “reino” del libro antiguo, agotado y difícil de conseguir. En 1976 se trasladó a un local en Arenales 1723 en el que Jorge Luis Borges se despidió de Buenos Aires y de su amigo Adolfo Bioy Casares, el 27 de noviembre de 1985, en una exposición de sus primeras ediciones organizada por Casares. Una foto en la vidriera de la librería testimonia el adiós borgeano. Ese mismo año, Bioy Casares presentó Aventuras de un fotógrafo en La Plata.

Alberto Casares retratado por el librero Diran Sirinian

En 1986, se mudó a otro local más amplio, en Arenales 1739, donde Bioy Casares presentó los cuentos de Historias desaforadas, y en 1989 se instaló en forma definitiva en la sede de Suipacha 521. Entre 1999 y 2000, tuvo una sucursal en la Galería Alvear (avenida Alvear 1761). Intervino en la compra de la biblioteca de Bioy Casares, a quien lo unía un lejano parentesco.

Marcelo Gioffré y Juan José Sebreli grabaron el primer programa de «Aguafiuestas» en la librería Alberto Casares

Con un grupo de libreros anticuarios, refundó en 2000 la Asociación de Libreros Anticuarios de Argentina -que había sido fundada en 1952- y fue su presidente hasta 2017.

“Conocí a Alberto Casares en los años 80, cuando tenía su librería en la calle Arenales al 1700, a pasos de donde vivía Bernardo Kordon -dice a LA NACION el escritor y periodista Marcelo Gioffré-. Épocas en que no existía internet y los libros raros se rastreaban a través de las librerías de viejo. En aquel local recuerdo que Bioy Casares presentó uno de sus últimos libros: había pedido que no hubiera agasajo ni champagne. Éramos unos pocos admiradores que Alberto había convocado y conservo una foto de aquel acto. Siempre que pasaba cerca de la librería, ya mudada a Suipacha, me detenía y manteníamos largas charlas; era un caballero muy refinado en el sentido clásico del término, siempre estaba él ahí atendiendo personalmente, en general vestía con corbata y saco y su barba solía estar impecable. Cuando con Juan José Sebreli hicimos un programa de televisión llamado Aguafiestas, en 2009, la primera emisión fue en su librería, que prestó generosamente. Nos había preparado una mesita muy linda con una lámpara y allí charlamos, mientras Alberto nos escuchaba desde el fondo. En los últimos ańos ya era más difícil encontrarlo. Con su partida el mundo cultural de Buenos Aires pierde a uno de sus grandes personajes”.

El librero anticuario Lucio Aquilanti fue amigo y discípulo de Casares. “Fuimos un dúo inseparable en este mundo del libro antiguo y grandes amigos durante más de treinta años -destaca Aquilanti-. Cuando le propuse refundar Alada, la extinta Asociación de Libreros Anticuarios de Argentina, me contestó: ‘Si es con vos, me anoto’. ‘Sin vos, ni empiezo’, le respondí. Y así fue que durante veinte años nos llenamos de aventuras y de experiencias que terminaron forjando una hermosa y larga amistad. Su figura para mí es la de un noble amigo, generoso, lleno de risas y abrazos y, de alguna manera, debido al hecho de que por aquellos tiempos yo había perdido a mi padre, también librero anticuario, y a la diferencia de edad entre nosotros, es que él tuvo un lugar muy importante en mi vida. Con su partida el mundo del libro pierde un tesoro, pero nos deja una librería preciosa que continuará en manos de sus hijos, un legado enorme, una familia hermosísima y el recuerdo de un abrazo siempre abierto. Lo extrañaré siempre”.

“Las palabras siempre serán pocas para decirle adiós a Alberto que tan amorosamente dedicó mucho de su tiempo para que mi camino como librera fuera más llano, más amable -despide a su amigo la librera Elena Padín Olinik, de Helena de Buenos Aires-. Su disposición permanente para la corrección de mis catálogos, su paciencia infinita y su don de gente deja una huella imborrable”.

“La segunda etapa de Alada le debe su existencia a Alberto, su refundador y su constante impulsor -dice el librero anticuario Víctor Aizenman, vicepresidente de la entidad-. Actuó con vocación inclaudicable por la jerarquización de nuestro métier, e hizo del libro antiguo y de su difusión entre públicos amplios el eje de su vida. Fue un apasionado borgeano, reeditó facsimilarmente Fervor de Buenos Aires y Borges se despidió de Buenos Aires en su librería. Conquistó con su conducta ética y su versación el afecto y el respeto de los coleccionistas, bibliófilos y lectores que lo frecuentaron”.

Por su parte, el periodista de LA NACION José Claudio Escribano lo despidió con las siguientes palabras: “Alberto era la quintaesencia de lo que uno imagina como un gran librero. Fue el mejor que conocí en su oficio y aprendí mucho en una larga amistad con el”.

El velatorio de Casares será esta noche a partir de las 23, en O’Higgins 2842 (Sala Impresionista). Mañana a las 14 desde allí saldrán hacia el cementerio Jardín del Pilar (Parque Memorial), donde se lo despedirá a las 15.

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